Los 5 pilares del envejecimiento de la piel

Dra. Paula Pifarre. Licenciada en Biología y Doctora en Bioquímica y Biología Molecular.

A medida que la piel envejece de forma natural se producen una cascada de eventos que modifican su composición histológica y molecular afectando a su estado de hidratación, a la luminosidad, la presencia de arrugas o su elasticidad entre otros factores.

Basados en la evidencia científica, creemos que hay 5 pilares fundamentales que contribuyen significativamente a mantener y regular el estado saludable de la piel.

Con la edad la piel pierde su elasticidad por déficits en la composición de colágeno y elastina, proteínas claves para mantener la piel joven e hidratada. El colágeno es una proteína que es liberada por las células que forman parte de la piel al espacio entre las células formando la matriz extracelular interactuando con otras proteínas presentes en este espacio. El colágeno se agrupa formando estructuras fibrilares, y de esta forma actúa como sostén para las células de la piel. El colágeno, es el responsable de conferir elasticidad y tersura a la piel, y su estructura semeja una red de contención para nuestras células. El colágeno se sintetiza y se degrada de forma natural en la piel. A medida que la piel envejece, este equilibrio se rompe y la producción de colágeno natural es menor a la velocidad de degradación, dando lugar a un deficit de colágeno que se traduce en “signos de envejecimiento” de la piel como son: menor tersura, mayor flacidez, mas deshidratación o sequedad y aparición de arrugas visibles. Un marcado efecto sobre la profundidad y magnitud de las arrugas está directamente relacionado con la concentración de colágeno presente en la piel.

Desde el punto de vista histológico, la piel está formada por dos capas de células: la epidermis y la dermis. La zona de unión entre ambas capas se denomina unión dermoepidermica y es allí donde tiene lugar el intercambio de nutrientes y metabolitos (también desechos). Durante la vida, las células de la piel se dividen para sustituir aquellas que han envejecido. Hay que tener presente que el tejido epitelial está en permanente recambio, por lo que la tasa de división celular en este tejido es una de las más altas del organismo. Nuestro material genético, organizado en cromosomas dentro de las células, posee una estructura de ADN repetido que protege sus extremos y se denomina Telómeros. La longitud de los mismos está directamente relacionada con el estado de envejecimiento de nuestras células y de nuestra piel. Durante las progresivas divisiones celulares que sufren las células epiteliales, la longitud de los telómeros se ve comprometida. Al acortarse dejan de proteger los extremos de nuestros cromosomas dando lugar a degeneración y a la muerte de las células de la piel, que desencadenan dentro del tejido epitelial procesos inflamatorios y estrés oxidativo.

Con el envejecimiento, ya sea por factores externos como las radiaciones UV, contaminación, exposición a agentes químicos, etc. o por factores internos fisiológicos producidos por la muerte celular o por procesos inflamatorios, el estado de oxidación de la piel se ve alterado, acumulándose células del sistema inmune y radicales libres, que son moléculas capaces de oxidar proteínas u otras moléculas alterando su funcionamiento natural y saludable.
Una piel inflamada y con muchos radicales libres, es una piel que no presenta un aspecto saludable, que puede contener manchas y falta de consistencia o luminosidad.
Es por eso que las sustancias antioxidantes tienen efectos tan beneficiosos sobre la piel al igual que todos los productos capaces de controlar los procesos inflamatorios que se dan por la muerte de las células epiteliales. La muerte de las células de la piel genera un aspecto menos saludable y una acumulación de desechos perjudiciales para mantener una piel joven y luminosa.

Se ha observado que a medida que las células envejecen se produce un aumento en la concentración de beta-galactosidasa (b-Gal). La b-Gal es una enzima (proteína con una función específica) encargada de fermentar azucares. Un aumento de b-Gal está asociado a una disfunción o mal funcionamiento de los lisosomas celulares (orgánulos que tienen enzimas importantes que regulan varios procesos celulares, como la digestión intracelular tanto de material interno como externo de la célula, nutrientes, etc.) y puede considerarse el inicio de un efecto degenerativo en el tejido al que pertenece la célula. La b-Gal es considerado un importante marcador de senescencia y clave para el buen funcionamiento fisiológico de las células sanas.

La piel, como hemos comentado anteriormente, es un tejido que se encuentra en permanente recambio celular. En su capa más externa, la epidermis, existen cuatro diferentes tipos celulares: los queratinocitos, los melanocitos, las células de Langerhans y las células de Merkel. Los queratinocitos son las células más abundantes de la epidermis (alrededor de un 80% de las células epidérmicas) y son fundamentales para regular, entre otras funciones, la permeabilidad de la piel. Los melanocitos son las células encargadas de producir melanina que tienen una gran importancia en la protección contra las radiaciones UV. En la dermis, la capa más interna, destacan los fibroblastos, que son las células encargadas de la producción de colágeno. El desarrollo y diferenciación de estas células de la piel ocurre a partir de un grupo de células madres pluripotenciales o “stem cells” que se encuentran localizadas en las capas más profundas de la piel. A medida que la piel envejece, el número de células madres también disminuye, dando como consecuencia una tasa menor de recambio de las células que conforman la piel. Esto se traduce en un efecto marcado de envejecimiento de la piel al no poder ser reemplazadas las células muertas por nuevas células.